Ciudad del Vaticano: Ayer en La Stampa apareció un texto destinado a promocionar un libro que se publicará pronto por las Edizioni Dehoniane, editorial que durante mucho tiempo estuvo dirigida por los dehonianos —no precisamente célebres por su corrección y transparencia— pero siempre dispuestos a pontificar desde sus propios blogs contra todo y contra todos. ¿Les suena familiar Lorenzo Prezzi? No, porque es desconocido para la mayoría, pero forma parte de esos “pobres boomers” de teclado que descargan su rabia escribiendo posts moralistas, dando lecciones sin firmarlas y sin dar ejemplo de coherencia. Una realidad, la de los Dehoniani, que se encamina a su extinción con la bendición del pobre padre Dehon.

Hoy, detrás de la EDB, está Alberto Melloni, quien ganó la puja que liquidaba la EDB tras su quiebra. Melloni es uno de esos laicos glotones que tienen fetiche por la Iglesia católica, listos para dar clases a sacerdotes, obispos e incluso al Papa. Se prodigó en los programas de televisión siempre que había que insultar y atacar a Benedicto XVI, al que reprochaba su indiferencia hacia él. El método es el de Andrea Grillo: si no le das cargos, eres un hereje.

El profesor Melloni aclamó con fervor al Papa Francisco cuando fue elegido, como si se tratara de la nueva Revelación, pero al poco empezó a criticarlo porque no lo tenía en cuenta e, incluso, porque veía peligrar sus intereses. En la misma línea está Massimo Faggioli, que tuvo que cruzar el continente para encontrar quién le otorgara una cátedra. Historias distintas pero un mismo objetivo: tener peso en un panorama eclesial que ellos querrían girara en torno a su ego.

Pero la gestión de Melloni & Company, tan ensalzada por Matteo Zuppi, siempre ha sido opaca. Todo lo que ha tocado el “señorito de la historia” ha generado preguntas: desde la cátedra que obtuvo en la Universidad de Reggio Emilia hasta su papel en la Fundación para las Ciencias Religiosas Giovanni XXIII, todo parece envuelto en una densa niebla. Hace unos años se supo que, como coordinador de un doctorado financiado con fondos PNRR, desempeñaba también el cargo de secretario de la Fundación, sede de las prácticas obligatorias: un doble puesto muy discutido, pero nunca aclarado. Y, sin embargo, Melloni no deja pasar ocasión para decir en televisión —como “historiador de la Iglesia” en programas claramente alineados con la izquierda— que sacerdotes y dinero no pueden convivir. A pesar de ello, sigue persiguiendo subvenciones para sostener sus actividades. En fin, son esos laicos que deslegitiman al clero porque quieren manejar ellos el dinero.

Nos encontramos, una vez más, con uno de esos outsiders nunca admitidos en el seminario, pero dispuestos a subirse al púlpito contra la Iglesia, en la legión de los llamados “catocomunistas”. Dicho esto, he aquí el panorama: ya podemos ir al meollo. La editorial ha decidido sacar a la luz otro librito más, repleto de copia y pega, firmado por Antonio Spadaro: el jesuita —ahora “huérfano” de Bergoglio—, hoy tan perdido como Andrea Tornielli y compañía, que se han quedado sin espacio ni financiamiento.

En las últimas semanas se ha visto un auténtico auge de volúmenes sobre el recién electo León XIV, algunos impresos apenas unas horas después del cónclave. ¿Y luego nos sorprende que nadie se tome en serio a quienes exhiben presuntos “documentos ultra secretísimos” sobre la misa en latín? ¿Cómo fiarse de quien lanza libros sobre María, los Papas o cualquier tema, fruto de inteligencia artificial y a la venta casi en tiempo real?

El problema es que hoy las editoriales están sedientas de estas tonterías y no hacen distinción: abren las puertas de par en par a estos “analfabetos” que mantienen alto su nombre en las vitrinas, sin tener nada sustancial que aportar —al fin y al cabo, sobre un Papa recién elegido no hay mucho que revelar. Este sistema enfermo ha au­mentado personajes como Spadaro, desplazado de Sicilia a Roma para dirigir una revistita cada vez más bochornosa y luego promocionado, por su labor de escriba al servicio de Bergoglio, al Dicasterio de la Cultura. Un hombre que apenas articula frase sin su acento dialectal, y aun así se erige en profesor supremo con un ego desmesurado.

La dupla Spadaro–EDB resulta verdaderamente asombrosa: ambos muy lejos de cualquier rigor, hasta el punto de ofrecernos un segundo “caso Viganò”. Al igual que Dario Edoardo, que falsificó en su día una carta de Benedicto XVI para su propio beneficio, hoy Antonio Spadaro y la EDB explotan a León XIV para aumentar ventas. Una elección que ha dejado al Papa no solo contrariado, sino incluso irritado, sobre todo después de la falsa etiqueta “Con una entrevista inédita al cardenal Robert F. Prevost”, convertida ayer en La Stampa en la supuesta “entrevista al Papa”.

¿Y dónde está el Colegio de Periodistas italiano? Sorprende que guarde silencio mientras se atribuyen comillas inexistentes a políticos y religiosos y desfilan noticias falsas sin castigo en libros y diarios. Siempre dispuestos a cobrar sus cuotas, pero nunca a ejercer la mínima vigilancia.

La “entrevista” no es más que una antigua intervención de Prevost, cuando aún era obispo, recuperada de un vídeo en YouTube y luego sencillamente transcrita por Spadaro, que ejerce de escriba. No se trata ni de entrevista ni de exclusiva: nunca se concedió a Spadaro ni la pronunció el Papa. ¿Recuerdan cuando atacaron a Robert Sarah con el asunto del libro sobre el celibato y la manipulación de Benedicto XVI? Pues bien, como Silere non possum viene diciendo desde hace años, la realidad es que no hay diferencias entre tradicionalistas y modernistas.

La Stampa, por tanto, transformó ayer ese simple texto transcrito en una “entrevista al Papa” y lo colocó en primera página. No olvidemos que es el mismo periódico que presumía de “ilustre vaticanista” a Andrea Tornielli y que dio espacio a Salvatore Cernuzio. Fue allí donde ambos se conocieron y donde el “mago” de Chioggia decidió llevar consigo a su protegido al Vaticano, una vez asegurada la poltrona gracias a Beniamino Stella y Pietro Parolin.

¿Qué decir? El sistema familiarista, amoral y sin escrúpulos que impera en el periodismo encaja a la perfección con el vaticano. Pero hay algo claro: para Antonio Spadaro se abren las puertas del abismo. Se acabaron los tiempos en que se podía mirar hacia otro lado ante acciones como estas contra el Papa. Hoy Prevost guarda silencio, pero en cuanto reorganice sus sillas y pare la música, algunos no tendrán asiento donde sentarse.

d.M.A.
Silere non possum