Ciudad del Vaticano – Esta mañana, León XIV ha rezado el Ángelus con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, como es costumbre. Pero no todo se desarrolló como los estrategas del Dicasterio para la Comunicación esperaban. Si la primera parte del texto leído por el Papa tuvo un tono espiritual y reflexivo, centrado en la oración del Padre Nuestro, el final adoptó matices muy alejados del Evangelio: se utilizó, de hecho, para respaldar —con la firma del Papa— otra más de las iniciativas cuestionables del mismo Dicasterio. Sin embargo, el rostro del Papa delató más de una incomodidad.
El Evangelio del día y la paternidad de Dios
Antes de la oración mariana, León XIV comentó el pasaje del Evangelio de Lucas donde Jesús enseña a sus discípulos la oración del Padre Nuestro. Insistió en la simplicidad y confianza con la que podemos dirigirnos a Dios, como hijos que se acercan a su padre. Citando el Catecismo de la Iglesia Católica y a los Padres de la Iglesia, recordó que no se puede decir “Padre nuestro” con los labios y luego ser crueles con los hermanos: la oración transforma, pero sólo si nos dejamos transformar.
Hasta aquí, nada fuera de lugar. Palabras justas, esenciales, que reconducen el corazón a la verdad del Evangelio.
Y entonces, algo sucede
Al acercarse el final del Ángelus, se leen las habituales intenciones y saludos. Hasta que se llega a un pasaje que claramente no es del puño del Pontífice: el saludo a Radio Vaticana/Vatican News, con elogios por la inauguración de una “pequeña estación bajo la columnata de Bernini”. Sí, han entendido bien. Justo allí, bajo uno de los símbolos más solemnes y armónicos de la arquitectura barroca, ha aparecido —desde hace unas horas— una cabina insonorizada para alojar a los redactores de Vatican News. Una instalación que choca con el contexto histórico y artístico de la plaza y que, además, ha implicado costes nada despreciables. Como si no fueran suficientes las oficinas ya presentes en Via della Conciliazione o las —igualmente amplias y costosas— en Piazza Pia.
El gesto de León XIV
Y es aquí donde se produce el gesto. Mientras lee el texto preparado —evidentemente enviado por el Dicasterio para la Comunicación— León XIV alza las cejas y aprieta los labios en una expresión inequívoca de desaprobación y escepticismo, como enseña la cinesis. Un gesto rápido, pero elocuente: sabe perfectamente qué ha ocurrido en estos meses, sabe de dónde viene ese texto, sabe a quién beneficia esta operación.
¿Quiénes son los responsables? Los de siempre: Andrea Tornielli, Paolo Ruffini, Andrea Monda, Matteo Bruni y la galaxia de sus protegidos, contratados más por vínculos opacos que por competencias reales. Algunos de ellos, por cierto, presentes en la cabina. Ni siquiera trabajan durante la semana, pero casualmente estaban allí cuando el Papa los mencionó. El mismo grupo que firmó —entre muchas otras meteduras de pata— el anuncio prematuro de la fumata blanca, los errores sobre el nombre pontificio (de Pío XIV a León XVI, pasando por León XIII), y una larga serie de deslices en los artículos y publicaciones de Vatican News y del Osservatore Romano.
Un verdadero desastre comunicativo, que Prevost pudo constatar en los primeros días de su pontificado.
El caso Spadaro y las EDB
Y por si fuera poco, en las últimas horas León XIV ha manifestado también una clara molestia por la operación editorial de las Edizioni Dehoniane Bologna (EDB), en colaboración con Antonio Spadaro. Este último, experto en el arte de echar balones fuera, ha intentado —como tantas veces— atribuir a otros responsabilidades que la red demuestra que son suyas: basta leer los tweets publicados en los últimos días para entender de dónde parten ciertas iniciativas y quién las impulsa mediáticamente.
Llamado a la paz
Después de la oración mariana, el Papa dirigió su pensamiento a las víctimas de los conflictos —Tailandia, Camboya, Siria— con especial atención a la situación en Gaza, definida como “gravísima”, marcada por el hambre, la violencia y la muerte. Pidió un alto el fuego, la liberación de los rehenes, y el respeto del derecho humanitario, recordando que cada ser humano tiene una dignidad intrínseca dada por Dios.
La “cabina de la discordia” bajo la columnata
Volviendo a la nota amarga del día: ¿qué sentido tiene colocar una cabina insonorizada bajo la columnata de Bernini, y encima a cargo del presupuesto de la Santa Sede? Todo esto mientras desde esas mismas páginas se lanzan diatribas contra sacerdotes y obispos por no ser lo suficientemente sobrios, pobres, evangélicos. La liturgia del despilfarro se perpetúa, envuelta en nobles intenciones —la comunicación, la cercanía a los peregrinos, el Jubileo—, pero en realidad no es más que un escaparate autorreferencial de un sistema comunicativo en crisis de credibilidad.
León XIV parece haberlo entendido. Esa mueca parece anunciar cambios que no sorprenderán a quienes desde hace años denuncian sillones ocupados por incompetentes y arribistas.
d.W.I.
Silere non possum