Ciudad del Vaticano – Domingo 15 de junio de 2025, en la Solemnidad de la Santísima Trinidad, el Papa León XIVpresidió la Santa Misa en la Basílica de San Pedro, celebrando también el Jubileo del Deporte. Una ocasión para reafirmar con fuerza la dignidad del deporte en la vida cristiana y en la formación integral de la persona humana.

El Papa recordó cómo muchos santos contemporáneos han encontrado en el deporte un camino de santificación y evangelización. En particular, citó al Beato Pier Giorgio Frassati, patrono de los deportistas, que será canonizado el próximo 7 de septiembre: «Su vida, sencilla y luminosa, nos recuerda que, así como nadie nace campeón, tampoco nadie nace santo».

Las periodistas carroñeras y la narrativa sensacionalista

Un mensaje claro y directo, que contrasta con el cotilleo inútil y malicioso de cierta prensa. Justo después de la elección de León XIV, algunas periodistas carroñeras especularon sobre su pasado deportivo, dando voz a entrenadores personales sin profesionalismo pero llenos de ansias de publicidad. ¿El resultado? Una narrativa tóxica y sensacionalista, construida sobre la falsa ecuación según la cual hacer deporte significa querer verse atractivo. En realidad, practicar deporte significa cuidar del cuerpo y de la mente, que son templo de Dios.

Esa retórica superficial y mundana, que pretende juzgar a la Iglesia a partir de una cinta de correr, revela más bien el vacío interior de quienes no comprenden el valor espiritual del esfuerzo físico. Estas carroñeras de voz lánguida se escandalizan por lo que en la Iglesia ya no es noticia desde hace décadas, porque cualquiera con un mínimo de sentido común sabe muy bien que cuidar la salud es un deber, no un lujo. También los sacerdotes y los cardenales lo hacen, con sencillez y discreción, como cualquier figura pública.

Jubileo del Deporte: tres pilares

En su homilía, el Pontífice continuó con una reflexión inspirada y profunda: el deporte, dijo, «puede ayudarnos a encontrar al Dios Trinidad, porque exige un movimiento del yo hacia el otro», una salida de sí mismo que recuerda la pericoresis, la “danza de amor” entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Tres los pilares sobre los que se detuvo:

1. En una sociedad individualista, el deporte educa en la colaboración y en el “nosotros”.
2. En un mundo hiperdigital, permite redescubrir la concreción del cuerpo, del esfuerzo real, de la presencia.
3. En una cultura obsesionada con el rendimiento, recuerda la importancia de saber perder, aceptar la fragilidad y encontrar esperanza incluso en la derrota.

«No existe el atleta que nunca se equivoca», dijo León XIV, recordando a San Juan Pablo II, quien definía a Cristo como “el verdadero atleta de Dios”.

La Santa Misa concluyó con un enérgico llamamiento a los jóvenes deportistas: «La Iglesia os confía una misión bellísima: ser, en vuestras actividades, reflejo del amor de Dios Trinidad». El deporte como camino de santidad, como escuela de donación, como servicio a la comunidad. Un mensaje que desmonta la hipocresía de quienes juzgan con superficialidad y desnaturalizan el valor cristiano del cuerpo, reduciéndolo a un pretexto para titulares sensacionalistas. Con el estilo sobrio que lo caracteriza, León XIV recordó que el amor cotidiano es el único verdadero entrenamiento que lleva a la victoria definitiva.

En una época en la que la imagen eclipsa el significado, el Papa invita a redescubrir la verdad del ser, la gratuidad del don, la belleza del sacrificio, la alegría del encuentro y la fuerza de la fe. No para aparentar, sino para vivir en plenitud.

d.S.A.
Silere non possum