Milán – «Se necesita un espacio de libertad que permita un diálogo que no construya muros, sino que inicie procesos». Las palabras son de don Julián Carrón y fueron pronunciadas en septiembre de 2015. En esas palabras - aparentemente “solo” culturales - se concentra en realidad una opción espiritual y también de gobierno que marcará los años posteriores de Comunión y Liberación: no transformar el movimiento en un sujeto de alineamiento político, precisamente mientras, dentro y alrededor de CL, crecía la presión para hacerlo.

Esta es la quinta parte de la investigación sobre lo que ha sucedido en CL en los últimos años. 2015 es un punto de inflexión: no tanto por un acontecimiento concreto, sino porque hace visible el conflicto entre dos ideas opuestas de presencia cristiana. Por un lado, una minoría organizada que exige una CL “compacta”, movilizable y legible como bloque en el escenario público; por otro, Carrón y el conjunto del movimiento -Fraternidad y Memores Domini - que rechazan esa lógica y relanzan una palabra clave que en 2015 se convierte a la vez en título y línea de gobierno: «la belleza desarmada».

El nudo del Family Day: la exigencia de alinear “a todo el movimiento”

En 2015, quienes desean una Comunión y Liberación comprometida políticamente presionan para que CL participe, como cuerpo unitario, en el Family Day. En ese contexto se activan presiones y llamamientos para que el presidente “alinee” el movimiento: Giancarlo Cesana, el entorno de Tempi, Giovanni Maddalena, Mario Molteni, Andrea Perrone son señalados como los protagonistas de una línea que pide a CL presentarse como sujeto político-cultural, y no solo como comunidad eclesial. El punto no es la presencia de miembros individuales de CL - que en Italia es un dato histórico y estructural- sino la pretensión de arrastrar la identidad del movimiento dentro de una manifestación como prueba de fidelidad, midiendo la comunión con un indicador externo: la posición.

Septiembre de 2015: uniones homosexuales, adopciones, gestación subrogada. Y, sobre todo: libertad

El 16 de septiembre de 2015, Carrón concede una entrevista que, en el clima de aquellos meses, tiene el efecto de una deflagración. El tema incluye también las uniones homosexuales: Carrón parte de un dato de realidad - una sociedad plural - y desplaza la cuestión hacia el tipo de reconocimiento y sus consecuencias sociales, apelando a familia, hijos y adopciones. El pasaje más significativo, sin embargo, no es una fórmula de compromiso: es el método. Carrón relata preguntas planteadas también por personas homosexuales (por ejemplo sobre el futuro de los hijos y la ausencia de una figura femenina) y conecta el tema con la gestación subrogada, indicada como una cuestión que afecta a la dignidad de las mujeres. Luego llega la línea que explica todo lo demás: «Se necesita un espacio de libertad que permita un diálogo que no construya muros, sino que inicie procesos». Es una inversión del paradigma “militante”: no la construcción de un frente identitario, sino un trabajo cultural que no renuncia a la verdad y no se reduce a propaganda.

«No existen políticos de CL»: la distinción que hace saltar los planes

En la misma entrevista, Carrón reafirma una distinción que - en 2015 - se vuelve intolerable para quienes quieren una CL como sujeto político unitario: separar el movimiento de la acción de los políticos que pertenecen a él. Carrón afirma que esta distinción es “esencial” y que “no puede sino hacer bien” tanto a CL como a los políticos. Traducido: CL no puede ser “reclutada”. El movimiento no firma, no se alinea, no se convierte en aparato. La responsabilidad del compromiso público permanece personal y, precisamente por eso, más seria: no protegida por la marca, no cubierta por la identidad colectiva.

La belleza desarmada: la tesis de fondo contra la tentación “armada”

Ese mismo año Carrón publica La belleza desarmada. En el lenguaje común, “desarmada” se confunde a menudo con “débil”. En realidad, en el libro, desarmar significa rechazar la idea de que la fe deba imponerse como poder o reducirse a coherencia ética: el cristianismo, insiste Carrón, es ante todo un acontecimiento, algo que sucede y genera un sujeto nuevo. Aquí se juega el corazón de la fractura: si el cristianismo es un acontecimiento que atrae la libertad, entonces no puede ser defendido como un fortín ideológico. En el libro Carrón insiste en la testimonianzacomo forma de la presencia cristiana en una sociedad pluralista: no la queja, no la pretensión, no la presión, sino ser uno mismo como signo de una vida transformada por el encuentro con Cristo. Y precisamente porque la cuestión es la libertad, Carrón vincula la crisis contemporánea también al riesgo de manipulación del deseo: la “reducción de los deseos” es indicada - citando a Giussani - como “arma del poder”. Es un golpe directo a la idea de una religión usada como instrumento de control social.

Un concepto que, en mayo de 2024, al intervenir en la Asamblea de la Asociación Italiana de Centros Culturales en Milán, Davide Prosperi intentará invertir explícitamente con una relectura polémica y divisiva, además de nada católica, hablando de “belleza armada”. Tras reconocer que La belleza desarmada de don Julián Carrón indicaba una testimonianza capaz de atraer sin imponer nada, Prosperi afirma que «no hay que olvidar que la belleza es siempre, en cierto sentido, también armada», precisando que la belleza de Cristo sería “espada”, capaz de “cuestionar”, “herir” y “entrar en lucha” con el mundo, no mediante instrumentos externos de poder sino como splendor veritatis, es decir, fuerza intrínseca de la verdad que se opone a las medidas del mundo. Es una tesis que, más allá de las precauciones lingüísticas, reintroduce una lógica conflictiva y polarizante, porque transforma la testimoniancia en confrontación y la belleza en principio de choque, desnaturalizando su significado evangélico. Y es aquí donde el concepto muestra toda su debilidad: no solo es teológicamente forzado, sino que resulta en abierto contraste con cuanto León XIV ha reiterado con continuidad desde el inicio de su pontificado. En la primera bendición Urbi et Orbi del 8 de mayo de 2025, el Papa habló sin ambigüedades de «una paz desarmada y desarmante, humilde y perseverante», vinculándola directamente al estilo de Cristo Resucitado, que rechaza toda forma de violencia y de imposición. La misma línea atraviesa el Mensaje para la LIX Jornada Mundial de la Paz (2026), donde León XIVafirma que «la paz de Jesús resucitado es desarmada, porque desarmada fue su lucha», y advierte contra una cultura que justifica el rearme, la disuasión e incluso una “noción armada de defensa y seguridad”, denunciándolas como fruto del miedo y no de la confianza evangélica. También al hablar a los diplomáticos italianos, el Papa pidió explícitamente “desarmar las palabras”, definiendo la ofensa y la propaganda como una auténtica “guerra de palabras” e indicando en el diálogo, la escucha y la prudencia la única vía cristiana hacia la paz. Hablar hoy de “belleza armada” corre el riesgo de traicionar el corazón del Evangelio y de situarse fuera del horizonte indicado por el Papa: no una Iglesia que combate con palabras más afiladas, sino una Iglesia que desarma, porque solo lo que está desarmado puede ser verdaderamente desarmante.

Davide Prosperi crece bajo la mirada de Carrón

En 2015, Davide Prosperi no solo compartía, sino que elogiaba explícitamente el enfoque de don Julián Carrón sobre la belleza desarmada. En la Jornada de inicio de año de CL (Assago, 26 de septiembre de 2015), Prosperi afirmaba sin ambigüedades que «la respuesta de Dios a la “crisis” de los tiempos no es un discurso, sino el acontecimiento de una belleza, una belleza desarmada», remitiendo directamente al libro recién publicado por Carrón y señalándolo como la clave para evitar un cristianismo reducido a valores, ética o batalla cultural. En ese contexto, desarmada no era un adjetivo a equilibrar, sino la alternativa radical a toda lógica de confrontación. En 2024, tras haber llevado a término su proyecto, Prosperi sostiene que la belleza sería también «armada», capaz de “herir” y “cuestionar” entrando en lucha con el mundo, transformando así una categoría pensada para desactivar el conflicto en una fórmula que lo reintroduce, aunque sea en forma espiritualizada. Las contradicciones de Prosperi, sin embargo, no comienzan aquí. Para comprenderlas de verdad hay que retroceder, porque en la historia de Comunión y Liberación reaparece un esquema ya visto en otros lugares - en Bose y en no pocas comunidades monásticas y religiosas - : el vice que, en la sombra, trabaja y maniobra contra su superior hasta hacer inevitable su sustitución. Así, mientras Carrón reivindicaba un movimiento sin ansia de política y de poder, en los hechos alguien empuñó las armas del lenguaje y de la delación para deslegitimar y demoler a quien no orientaba CL en la dirección deseada. Pero en la práctica Davide Prosperi, a quien don Julián Carrón quiso como su vice, no solo adoptó en varias ocasiones posiciones - durante las reuniones de la Diaconía - alejadas de las de Carrón y de los demás miembros de la Fraternidad y del movimiento, sino que en 2016 esta toma de posición se hace pública y, al mismo tiempo, como explicamos en la entrega anterior, ya había quienes estudiaban cómo sortear al propio Papa.

Dos maneras de concebir la fe

El lenguaje y el método están en franca contraposición. Por un lado, don Julián Carrón, que en la entrevista al Corriere della Sera del 16 de septiembre de 2015 y en la carta del 24 de enero de 2016 (Derechos tradicionales y valores fundantes), reafirma con claridad que la contribución de los cristianos no puede reducirse ni al alineamiento ni a la confrontación: la belleza es “desarmada”, no necesita “ayudas externas” para comunicarse, se dirige a la razón y a la libertad, y el diálogo - también en el plano cultural y político - debe «no construir muros, sino iniciar procesos». Incluso ante temas divisivos como las uniones civiles, Carrón rechaza la lógica de plaza contra plaza e insiste en que solo una vida diferente, testimoniada en libertad, puede incidir de verdad en el tejido de la sociedad. Por otro lado está Davide Prosperi, entonces vice de Carrón, que junto con Giancarlo Cesana firma - en colaboración con Tempi - el artículo «Nosotros amamos la vida más de lo que ellos quieren la muerte», publicado el 25 de diciembre de 2015, es decir, once días después de la entrevista concedida por Carrón. El registro es radicalmente distinto: el mundo es descrito como atravesado por ideologías de muerte y por «mensajeros de la nada», frente a los cuales sería necesario defenderse y tomar posición. El texto construye un esquema abiertamente oposicional - nosotros que amamos la vida contra ellos que aman la muerte - e invoca la urgencia de una reacción cultural e identitaria, presentada como indispensable para hacer frente al mal que amenazaría a la sociedad occidental. Ya a partir de estos únicos intervenciones la divergencia aparece nítida: Carrón insiste en una presencia cristiana desarmada, no conflictiva, que rechaza el choque como método; Prosperi, en el mismo arco temporal, adopta en cambio una gramática polarizante, que termina por legitimar la confrontación como forma de testimonio público.

Don Julián Carrón no reacciona con revanchismo: es un hombre manso y nunca ha considerado que quien lo acompañaba en el gobierno del movimiento y de la Fraternidad debiera compartir necesariamente todas sus posiciones. A pesar de esas salidas públicas - y, refieren algunas personas presentes en las reuniones, también “muchas otras” divergencias mantenidas “fuera del sitio web” - Carrón ha seguido reconociendo y valorando la libertad de Davide Prosperi, hasta apoyar su elección tanto en 2017 como en 2020. «Si Carrón no hubiera querido a Prosperi, ciertamente no habría sido elegido», confían algunas fuentes internas, recordando que Prosperi, «aun teniendo a menudo posiciones distintas de las de la mayoría», fue elegido por unanimidad.

En Roma comienzan los trabajos

Como hemos reconstruido en la cuarta parte de esta investigación, en 2018 el eje formado por Mario Molteni y Andrea Perrone - junto con otros Memores Domini y figuras vinculadas a Giancarlo Cesana - logra acceder a Santa Marta. Es un pasaje que, en los hechos, desplaza los equilibrios: a los ojos del Papa Francisco cambia la percepción de Comunión y Liberación y, con ella, el margen de acción interno del Movimiento. Ese resultado, sin embargo, madura sobre un terreno ya marcado en los meses anteriores. Desde la elección de Francisco, la parte de CL más alejada del área tantardiniana —la vinculada a Massimo Camisasca, Luigi Negri, a la Fraternidad San Carlosno acoge al nuevo Papa con entusiasmo y le cuesta seguir su enfoque. Carrón es consciente de ello y lo afronta directamente en las audiencias mantenidas con el Pontífice: en público y en el diálogo interno insiste en que la clave no es “me gusta o no me gusta”, sino comprender lo que está en juego. Es en este marco donde, en la entrevista concedida a Crux, Carrón formula la frase-síntesis: si no se reconoce que Francisco es la “cura”, es porque no se ha comprendido la “enfermedad”, es decir, la magnitud del “cambio de época” y de la crisis cultural que, a su juicio, el Papa está afrontando con gestos y opciones pastorales a menudo desconcertantes. Y sin embargo, mientras Carrón invita al Movimiento a leer a Francisco como una respuesta necesaria a una crisis mucho más profunda que un simple enfrentamiento intraeclesial, fuera - y a menudo en los márgenes de la misma galaxia ciellina - toma cuerpo una línea opuesta: Tempi y Antonio Socci alimentan una campaña polémicasosteniendo que el Papa “no entiende a los movimientos”. Se abre así una fractura narrativa: por un lado, el llamamiento al discernimiento sobre la historia y el “cambio de época”; por otro, una narración identitaria que reduce el pontificado a una cuestión de “comprensión” de los cuerpos intermedios eclesiales. Las derivasemprendidas especialmente por Antonio Socci - que llegó incluso a sostener que Bergoglio no era Francisco - son conocidas. Pero el punto, aquí, no es la provocación en sí, sino el sistema narrativo que, con los años, cierta área de comentaristas ha construido para demostrar que Carrón era “el problema”. No por razones espirituales o eclesiales, sino por un motivo mucho más práctico: Carrón no favorecía el regreso de CL a un compromiso político directo y orgánico. Es la misma línea que han alimentado también Aldo Maria Valli - quien, como Socci, se ha colocado fuera de la comunión con Roma, llegando a cuestionar la legitimidad del Papa - y una constelación de pseudo-medios y blogs que han funcionado como caja de resonancia. El guion ha sido siempre similar: muchas insinuaciones, poquísimas pruebas; poco o nada sobre Jesucristo, don Giussani, la fe, y muchísimo sobre poder, partidos políticos, equilibrios, posicionamientos y revanchas. Que aún hoy alguien elija usar estos canales para lanzar “disparates” contra quienes ha señalado autónomamente como “los enemigos del momento” dice ya mucho: no es un debate sobre la verdad, sino una máquina de conflicto alimentada por política y resentimiento.

Volviendo a 2018, sin embargo, en Roma los trabajos ya estaban en marcha. En ese contexto sucede algo revelador: realidades entre sí opuestas, que durante años se habían combatido dentro del Movimiento, dejan de lado las hostilidades y encuentran una alianza de conveniencia. Un acuerdo que no nace de una visión compartida, sino de la urgencia de llevar a término el golpe considerado necesario. Y, como ha ocurrido varias veces en los últimos trece años, lo que abre brecha en Francisco no es la obediencia sincera de quienes reconocían en el Pontífice al Sucesor de Pedro, sino un pequeño grupo de sujetos que, aun alimentando una línea anti-Bergoglio, se presenta ante él con otra máscara: “pobres preocupados por el destino del Movimiento”. A Francisco, sin embargo, ninguno de ellos le confía un punto decisivo: que la chispa de esperanza - la que encenderá una bombilla también en la cabeza de Davide Prosperi - nace de un nombramiento ocurrido el 7 de noviembre de 2017. Una decisión que Francisco toma solo para obtener cierto eco mediático, pero que lleva al Vaticano a una figura sedienta de poder y destinada, con los años, a favorecer a un “amigo” conocido en Piacenza.

p.E.V. y p.L.C.
Silere non possum