Roma - Con la elección de Jorge Mario Bergoglio, dentro y alrededor de Comunión y Liberación las tensiones latentes no se atenúan: aumentan. Y para comprender cómo y por quién se construye el canal que llega al nuevo Pontífice - precisamente mientras toma forma la operación para arrinconar a don Julián Carrón - es necesario seguir un hilo preciso: el de un círculo formado a la sombra de don Giacomo Tantardini.
Tantardini, sacerdote de perfil controvertido, cultivó durante años una lectura “retroscénica” de la vida eclesial: escándalos, intrigas, maniobras de palacio se convierten en la lente para mirar a Roma y a la Iglesia. En torno a este planteamiento se forma una pequeña escuela, con nombres que luego reaparecerán en el periodismo “católico”: Stefania Falasca, Andrea Tornielli, Gianni Valente, entre otros. Es un mundo que entra en la información llevando consigo los mismos reflejos: la idea de que la Iglesia es sobre todo un campo de fuerzas, un sistema de equilibrios y conflictos, más que un lugar de fe y conversión.
Entre 2009 y 2012, por impulso y bajo la dirección de Tantardini, Falasca y Tornielli (y el entorno que gravita en torno a 30Giorni) trabajan para construir y consolidar un relato del cardenal de Buenos Aires: entrevistas, perfiles, reconstrucciones. Es en esa etapa cuando Bergoglio es “presentado” a una parte de la opinión católica europea a través de un marco interpretativo preciso, a menudo más funcional a una batalla cultural y eclesial que fiel a la complejidad real del personaje.

La elección del arzobispo de Buenos Aires
Cuando Bergoglio es elegido, ese grupo acelera: el objetivo no es solo contar al nuevo Papa, sino entrar en su perímetro, convertirse en interlocutores fiables, ofrecer claves de lectura y mapas de los “buenos” y los “malos” dentro de la Iglesia. Ellos mismos, con los años, relatarán un detalle altamente simbólico: inmediatamente después de la elección, Bergoglio los contactó directamente - una llamada telefónica a Stefania Falasca y Gianni Valente - sellando una relación ya preparada antes del cónclave. Aquí se inserta el paso decisivo para la historia de CL en el “pos-2013”: la percepción que el nuevo Pontífice madura sobre el movimiento no nace en el vacío. Está filtrada por una narración entregada por quienes, a su vez, la han recibido dentro del horizonte tantardiniano. Y Tantardini - aunque reconocía la estatura de don Luigi Giussani, que lo mantuvo cerca - arrastró durante años una relación no resuelta con CL, entre la estima por el fundador y el resentimiento hacia un ambiente que percibía como capaz de relegarlo a los márgenes.
En este terreno, una parte de la información “de bastidores” se fusiona con ambientes eclesiales interesados en deslegitimar liderazgos y figuras consideradas competidoras u hostiles. No es un detalle: es un método. Y es dentro de este método - entre presión mediática, sugerencias, reconstrucciones orientadas y contactos construidos de antemano - donde madura la temporada de los dossiers y de las campañas contra prelados concretos (Angelo Scola, Stanisław Jan Dziwisz, etc.). En esos contextos, además, don Julián Carrón era percibido a menudo como el “mal menor”: el sacerdote español era considerado ajeno a los tradicionales juegos de poder italianos y, precisamente por eso, poco interesado en las dinámicas de mando. Inicialmente, para ellos, no es un “hombre al que golpear”. Hay además un mecanismo recurrente: algunos personajes (Tornielli, Falasca y otros) tienden a acercarse a quien está en ascenso, a apoyarlo y halagarlo mientras el poder se mantiene; cuando su influencia declina, se retiran rápidamente y, si conviene, contribuyen incluso a debilitar aún más su imagen.
El solo hecho de que un hombre vaya a televisión presumiendo de su amistad con el Santo Padre recién elegido dice mucho sobre los principios que guían a los miembros de esta corriente.
En este esquema, Tornielli es señalado también por diversos prelados dentro de la Santa Sede como uno de los intérpretes más hábiles. Un obispo relata la capacidad particular de este hombre para alimentar un circuito de indiscreciones y reconstrucciones totalmente poco fiables: desde la difusión de cartas reservadas para golpear la figura de Scola, que luego resultaron ser un modo de atacar a Carrón, hasta los contactos con cardenales y obispospara recoger información sobre uno u otro presbítero, pasando por un intercambio recíproco en el que él hace circular también noticias no veraces. Un método que - lo hemos visto en estos años - utiliza también contra quien tiene el valor de sacar a la luz su figura mezquina: hace rebotar ataques personales (insultos homófobos, difamaciones y calumnias) y cultiva relaciones y alianzas con figuras controvertidas, ya alejadas de sus diócesis y condenadas por tribunales italianos por delitos muy graves.
En síntesis, Tornielli - pero también Falasca, quien en estos años ha prosperado instrumentalizando su vínculo con Bergoglio y, en particular, luego con Pietro Parolin - termina por encarnar de manera ejemplar ese “método” atribuido a Tantardini: un mecanismo que no informa, sino que desgasta y envenena. De esto hablaremos en una entrega dedicada, en la que publicaremos contenidos audio-video exclusivos.
El movimiento contra el Papa
Cuando Francisco recibe a Comunión y Liberación con motivo del sexagésimo aniversario del movimiento y del décimo aniversario de la muerte de don Luigi Giussani, llega a ese encuentro con una percepción ya fuertemente orientada: el movimiento le ha sido contado a través del filtro de Tantardini y del círculo que lo rodea. Es un nudo decisivo, porque el encuentro con CL - la de carne, de historias, de mujeres y hombres que han encontrado a Cristo también gracias a la figura del Giuss - no ocurre en el vacío, sino dentro de una trama de relaciones y lecturas “prefabricadas”. A esto se suma un dato político-eclesial de peso: la relación conflictiva madurada en torno a la figura de Angelo Scola, con quien Bergoglio se había confrontado también en el cónclave y a quien ya detestaba por las cosas que Gianni Valente, Andrea Tornielli, Stefania Falasca le habían contado. No olvidemos los dossiers que estas camarillasprepararon en aquellos años. Precisamente ese ambiente fue uno de los principales proveedores de una narración que vincula el episcopado italiano a Scola y a CL; una narración que Francisco acaba asumiendo como clave interpretativa. Y de fondo queda la metedura de pata de la CEI, que llegó incluso a formular felicitaciones al “Papa recién elegido Angelo Scola”: un episodio que, en los primeros años del pontificado, contribuye a rigidizar aún más su mirada sobre la Conferencia Episcopal, marcándola con desconfianza e irritación.
En la audiencia del 7 de marzo de 2015, Francisco habla con tono afectuoso, pero con advertencias claras: “el centro no es el carisma, el centro es Jesucristo”, y sobre todo la advertencia contra la autorreferencialidad - la “espiritualidad de etiqueta” del “yo soy CL” - hasta la estocada más irritante, la que advierte contra reducir la experiencia a organización o poder: “acabaremos por transformarnos en simples gestores de una ONG”.
Aquel discurso, dirigido a las ochenta mil personas presentes en la plaza de San Pedro, sonó como una corrección pública: Francisco pide “descentrarse”, no “petrificar” la herencia (“es el diablo quien petrifica”), no convertir a Giussani en un “museo de recuerdos” ni adorar “las cenizas”, sino mantener vivo “el fuego”. Precisamente esos pasajes - percibidos como un juicio sobre la forma concreta asumida por el movimiento - son recibidos con irritación por una parte de CL: no como una llamada paternal, sino como un ataque; no como una propuesta de libertad, sino como una deslegitimación. Ahí la fractura se hace visible: el Papa habla de conversión y salida, el movimiento siente que está siendo puesto en juicio. De ahí arranca la dificultad de Carrón en el intento de hacer acoger a CL el pontificado de Papa Francisco.

Víctimas del método Santa Marta
Una dificultad que, años después, Silere non possum ha criticado con tonos duros: Carrón pagaba el precio que, de distintas maneras, han pagado muchos en la relación con Jorge Mario Bergoglio: el de haber defendido “al Papa” y de haberse encontrado expuesto a un clima de chismes y maledicencia que acababa por hacer sistema. Y, paradójicamente, quienes se habían esforzado por preservar la unidad eclesial eran luego golpeados por decisiones avaladas por el Pontífice, totalmente desproporcionadas y no fundadas en razones reales. No fue un caso aislado. La historia de CL es una de las muchas dinámicas surgidas durante el pontificado de Francisco: un contexto en el que parecían prevalecer las voces de quienes lograban acceder más de cerca, incluso a través de relaciones ambiguas. En esta clave, Francisco terminó por favorecer incluso a algunos de sus enemigos - lobos con piel de cordero - hábiles, sin embargo, en presentarse y en practicar aquello que más lo atraía: el salón, la proximidad, la mediación informal. Francisco modulaba palabras y juicios también en función de quién lograba interceptarlo, imponerle una narración de los hechos, filtrar personas y acontecimientos hasta hacerlos aparecer bajo una luz distinta. Y aquí está la paradoja más dolorosa: si había alguien que, más que otros, estaba intentando hacer exactamente lo que pedía aquel discurso de 2015 - descentrarse, no petrificar, mantener vivo el fuego - ese era precisamente Carrón.
El punto, sin embargo, es otro. Carrón decide acoger de inmediato esas palabras y decirlas al movimiento sin exasperaciones: no como un veredicto, sino como una línea de trabajo ya en curso. Los ejercicios espirituales los ofrecerá precisamente sobre esto. No busca canales preferenciales, no intenta atajos para entrar en Santa Marta, no construye subterfugios: toma en serio la indicación y la asume como criterio. Por el contrario, quienes ya estaban insatisfechos - por razones políticas y por una aversión radical a las novedades introducidas por Carrón, que realmente podrían haber sacado al movimiento de la autorreferencialidad - eligen otro camino: activar contactos, buscar accesos, construir apoyos. En ese paso, la fractura, ya visible, deja de ser solo disenso y se convierte en método.
Política y periodismo: dos poderes, el mismo amo
De la misma escuela tantardiniana procede también Antonio Socci, quien, pocos días después de la audiencia, transforma el discurso de Francisco en una palanca político-interna. El 12 de marzo de 2015, en un artículo publicado en un diario nacional italiano, Socci sostiene, en esencia, que las advertencias del Papa a CL son el resultado de la gestión de Carrón, contraponiendo a los “avisos” de Bergoglio una retahíla de elogios dirigidos al movimiento por los Papas anteriores, casi como para decir: el problema no es CL, sino quien la dirige. El punto que Socci omite, sin embargo, es decisivo: entre 2005 y 2013 también Benedicto XVI elogió repetidamente a CL cuando Carrón ya estaba al frente, y - como hemos documentado en la tercera entrega de la investigación - Carrón llamó continuamente al movimiento a poner en práctica lo que el Magisterio pedía. Es el reflejo de un periodismo usado como arma, no como instrumento de comprensión. Es lo que ocurre cuando medios y firmas trabajan para un posicionamiento político o ideológico: se aísla un fragmento de realidad, se amplifica hasta convertirlo en “todo”, y se vende como clave definitiva de lectura, borrando el contexto y las evidencias que lo contradicen.
Y, sin embargo, son precisamente ciertas tomas de posición - relanzadas por periódicos, blogs e incluso páginas de Facebook - las que deberían hacer saltar las alarmas. Se trata de ambientes a menudo contiguos a la extrema derecha y, al mismo tiempo, constantemente vulgares y difamatorios hacia el Papa (sea quien sea). No informan: construyen un marco, y dentro de ese marco encajan cada hecho. El método es reconocible. Ofrecen una lectura distorsionada de la realidad, insinúan documentos y “papeles” que nunca publican - porque claramente no los tienen - pero aun así exigen al lector un acto de confianza: “nosotros nos encargamos de explicarles cómo son las cosas”, según su mirada, sus prioridades, sus objetivos. Y la pregunta que quien observa estas reconstrucciones debería hacerse es: ¿por qué estas “interpretaciones” acaban siempre golpeando a sacerdotes y confirmando no un interés por la comunión y la eclesialidad, sino una urgencia constante de propaganda? Más que una lectura católica de los acontecimientos, a menudo parece una operación orientada a legitimar categorías y lenguajes de matriz fascista - o en cualquier caso radicalmente identitarios - disfrazados de defensa de la fe. Si buscamos las palabras “Jesucristo” en estos blogs, las encontraremos mucho menos que “Donald Trump”, “Giorgia Meloni”, etc.

Jaque mate al Pontífice
Terminada la audiencia de marzo de 2015, Carrón interviene para frenar desde el inicio a quienes, dentro del movimiento, invocan una “toma de posición” contra el Papa. Su llamamiento es claro: en la Plaza de San Pedro – dice - CL ha revivido “la experiencia del encuentro con Cristo”, reconociendo ese “primerear” del que había hablado Francisco; y precisamente esa mirada, añade, impide reducir el carisma a un “museo de recuerdos”, llama a “mantener vivo el fuego y no adorar las cenizas”, y protege de la autorreferencialidad. En otras palabras: Carrón invita a leer las advertencias no como una afrenta, sino como una confirmación de la dirección seguida desde hace años, en obediencia eclesial y en fidelidad a la intuición de Giussani. Y, sin embargo, mientras Carrón intenta recomponer, otros eligen la operación opuesta: usar esas palabras para hacer exactamente lo que Socci hace en la prensa, es decir, convertir la audiencia en un proceso y el proceso en un arma. El proyecto es orientar al Papa Francisco, presentándole una lectura “llave en mano” de CL y de sus equilibrios internos. El Pontífice ya había sido “mapeado” en su estilo relacional, en su modo de escuchar y conceder audiencias, y en torno a esa rendija se mueven corrientes y amistades dispuestas a transformar la proximidad en influencia. El objetivo, en concreto, no era el esclarecimiento, sino el canal: obtener, ante todo, una audiencia privada con el Papa a espaldas de Carrón. Al frente de este diseño están Mario Molteni y Andrea Perrone, quienes deciden ir al Papa sosteniendo que Carrón está alejando al movimiento de la sociedad y lo está volviendo autorreferencial. Intentan un primer acceso a Santa Marta a través de un ex Memores Domini, amigo de Francisco desde los tiempos de Argentina; pero ese canal no se abre, porque quien lo custodia conoce bien a los protagonistas y no quiere actuar como intermediario.
La brecha llega después, a través de una fundación vinculada a la Universidad Católica: así Molteni y Perroneobtienen el acceso y, ante el Papa, plantean el dossier sobre un punto preciso, señalando en Carrón la causa de los problemas de CL. Es aquí donde la dinámica se vuelve explosiva: mientras Carrón intenta educar a un movimientoque, en una parte, rechaza al nuevo Papa y reacciona con irritación a sus palabras, otros logran presentarse como interlocutores creíbles y orientar la conversación en sentido opuesto, con el objetivo de golpear a Carrón. En ese encuentro quedan en segundo plano los contornos políticos y las pertenencias culturales que alimentan la iniciativa, y no se explicita el objetivo de empujar al movimiento hacia un alineamiento más marcado. Al Papa le llega, en cambio, un cuadro simplificado: un responsable ya señalado y una crisis reconducida enteramente a ese nombre. A partir de ahí, será Francisco quien los dirija hacia el nuevo Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, Joseph Kevin Farrell. Comienza así un ir y venir constante entre Milán y Roma: a intervalos regulares, exponentes de ese grupo de descontentos se presentan en Plaza Pío XII con grabaciones de audio y discursos seleccionados, fragmentados y recompuestos, para sostener ante el Prefecto que “Carrón se está apropiando del carisma”.
Si con el Papa la palanca era la autorreferencialidad —un tema capaz de abrir brecha en su modo de leer la vida eclesial— con el Dicasterio la estrategia cambia: todo se concentra en el léxico del carisma, de la “apropiación”, de la presunta desviación del origen. Un terreno que, con los años, se vuelve cada vez más sensible, porque en otras realidades esas derivas han existido de verdad y han producido daños.
Es un mecanismo clásico: cuando el problema no existe pero se lo quiere construir para golpear a una persona, se acaba por coser el traje al problema. Se recogen indicios, se confeccionan “pruebas convincentes”, se reúnen elementos que, aislados y orientados, sirven para persuadir a quien detenta el poder de intervenir contra el objetivo. No para esclarecer la realidad, sino para dirigir su desenlace.
A estos se han sumado personajes que, por razones ideológico-políticas, siempre se opusieron a Carrón y siempre desearon una Comunión y Liberación alineada políticamente, presente también en iniciativas como el Family Day. Se trata de algunos Memores Domini, de Giancarlo Cesana con todo el entorno de Tempi, de Luigi Negri (fallecido el 31 de diciembre de 2021) y también de quienes cultivaron su propia “creación” como realidad paralela respecto a las indicaciones del Presidente de Comunión y Liberación, como el obispo Massimo Camisasca.
Camisasca es el fundador de la Fraternidad sacerdotal de los Misioneros de San Carlos Borromeo, una realidad que con los años ha visto más personas salir huyendo que ordenarse. Hemos entrevistado a un cardenal que nos habló de “graves abusos de conciencia dentro del seminario de San Carlos y de un método que, durante años, ha llevado a muchos jóvenes a la depresión”. Sobre este punto, y sobre mucho más, volveremos en la quinta entrega de la investigación.
p.E.V., p.L.C. y M.P.
Silere non possum