Ciudad del Vaticano – León XIV está trabajando en un texto de amplio alcance sobre los nuevos desafíos antropológicos y la inteligencia artificial. Se está dedicando a ello a pesar de los ritmos intensos, y algunos Dicasteriosestán involucrados para apoyar este esfuerzo. El título, previsiblemente, será Magnifica Humanitas. No un simple recurso retórico, sino una tesis: la dignidad del hombre permanece “magnífica” incluso cuando el poder técnico tiende a comprimirla.
Para comprender el alcance de un documento semejante es útil una clave de interpretación: el Papa ha explicado en varias ocasiones que eligió el nombre “León” pensando en León XIII y en la Rerum Novarum. Si la analogía no es solo simbólica, Magnifica Humanitas podría proponerse como una Rerum Novarum del Tercer Milenio.
La Rerum Novarum (1891) intervenía sobre una fractura histórica: la cuestión obrera. León XIII describía un mundo redibujado por los “progresos portentosos de las artes y nuevos métodos de la industria”, con riqueza concentrada, pobreza extendida, monopolios y usura; e indicaba criterios para componer el conflicto entre capital y trabajo: el derecho de propiedad como principio natural, la justa remuneración, el descanso festivo, la defensa de los débiles, el rol subsidiario del Estado, el valor de las asociaciones y de la caridad. No era un nostálgico retorno al pasado: era la exigencia de que la técnica se confrontara con la dignidad humana.
Hoy, la fractura no pasa ya únicamente por las fábricas, sino por los ecosistemas digitales. ¿Dónde están los nuevos monopolios? En la acumulación de datos y en las plataformas que los gobiernan. Quien tiene en sus manos las “máquinas” no es solo quien posee los almacenes, sino quien controla modelos, algoritmos, infraestructuras cloud, estándares e interfaces. La subordinación no es únicamente salarial: a menudo es informacional, cuando la identidad del usuario es perfilada y mercantilizada. No se trata de demonizar la técnica. La pregunta es otra: ¿qué hombre presupone la IA, y qué hombre produce?
Decir que esta primera encíclica de León XIV se coloca en la ascendencia de León XIII no es una operación de imagen. Es un método. Entonces como ahora, no se parte de la apología de la innovación ni de su rechazo, sino del realismo moral: reconocer los bienes que la técnica aporta y, al mismo tiempo, los desórdenes que desencadena. La mirada es prudencial: pide instituciones capaces de limitar los excesos, proteger a los frágiles, orientar el poder hacia el bien común. Es plausible que el Papa subraye el primado de la conciencia y de la responsabilidad personal: ante sistemas opacos, el cristiano está llamado a practicar la verdad, la transparencia, la justicia social, y a rechazar toda instrumentalización de lo humano.
d.I.A.
Silere non possum